Entrevista a Agnes Gonxha Bojaxhiu,
Madre Teresa de Calcuta
Por Waldemar Verdugo Fuentes.
(Escrito Unificado de Fragmentos publicados en papel en “El Mercurio” de Chile, “Vogue”, “Claudia” y “UnoMasUno” de México. 1983-1988)
El conocer un siglo es conocer a sus personas representativas, y en el siglo XX la Madre Teresa ocupa su propio espacio. Todo trabajo periodístico tiene algo que ver con el misterio, porque jamás se sabe qué espera al que indaga. No existe otra explicación posible para la infinita cantidad de escritos periodísticos que el siglo XX deja como legado al futuro. Cuando apareció publicada en papel esta entrevista a comienzos de la década de 1980 en Chile, México y USA, la Madre Teresa estaba aún con nosotros. Ahora ya se devolvió a la distancia, vayan entonces estas líneas en recuerdo de su estatura enorme.
"La suya ha sido una infiltración de amor" dicen de la Madre Teresa en India, donde la veneran como a una santa. Igual fenómeno se ha repetido en muchos lugares donde su obra se ha extendido. El Príncipe Felipe de Inglaterra ha comentado: "Para varios, la Madre Teresa es la mujer más extraordinaria de nuestro siglo. Después de todo, quizá sea, simplemente, una santa". En Time, ya desde los años setenta, se refieren a ella como "una persona a través de la cual se vislumbra un mundo diferente, una persona a través de la cual brilla la luz de Dios, y es esa luz la que muchos ven en la madre Teresa". Le comenté, cuando la he conocido, estas opiniones y dijo que prefería cambiar de tema. Reflejaba su presencia absoluta tranquilidad. No se le veía ninguna aureola, pero reflejaba una profunda paz. Es algo inusual la calma que inspiraba, si hasta el aire parecía detenerse en su presencia. La Madre Teresa era una persona auténticamente contactada con profundas fuerzas de la naturaleza, pero completamente normal. Las veces que la vi, nunca supe con precisión cuánto tiempo hablaría con ella: simplemente fui como un medium que, cuando sale de su trance, se asombra de lo que ha visto, de lo que oyó, del aroma, de un color. Todo muy real. Entonces, esta entrevista con la madre Teresa es un intento de compartir con el lector una experiencia concreta. Que el lector sepa que está leyendo acerca de un ser vivo. (W.V.F.)
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MADRE TERESA DE CALCUTA, entrevista.
POR WALDEMAR VERDUGO FUENTES.
Monday, February 27, 2006
VIVIR PARA SERVIR AL DESPROTEGIDO.
"MI VOCACIÓN ES VIVIR PARA LOS DEMÁS"
En Calcuta, India, la Madre Teresa nos da una definición de la caridad: "Es ayudarnos los unos a los otros. Ya Cristo lo dijo: Lo que hagas con el último de tus hermanos lo estás haciendo conmigo. Esa es la caridad. Así, cuando él llegue a nosotros, podrá decirnos: Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recogisteis, estuve desnudo y me cubristeis, enfermé y me visitasteis. De cierto os digo que cuanto hicisteis por mis hermanos más pequeños lo hicisteis por mi. Es necesario creer en su palabra para poder reconocer su mensaje y su manifestación a través de los demás. Debemos tener el corazón puro para ver a Dios en los pobres, en la gente que sufre. Y debemos enseñar a la gente que no sabe hacerlo. El error de muchos es buscar la luz en la oscuridad. Debemos aprender a buscar la luz donde está la luz".
El viajero que viene de Oriente entra en India por Calcuta, en otro tiempo conocida como Ciudad de los Palacios a causa de sus lujosas construcciones enclavadas en pretensiosos jardines hechos en terrenos ganados a la selva y a los pantanos en 1690. Rudyard Kipling, el célebre autor de "El libro de la selva" la llamó Ciudad de la noche espantosa "erigida por el azar y por el azar gobernada". Thomas Macaulay, que escribió "Historias de Inglaterra", habla de Calcuta como de "una ciudad en la que únicamente los insectos y los empresarios de pompas fúnebres parecen disfrutar del clima". Jawaharlal Nehru la llamó "ciudad de pesadilla". Otros se refieren a Kalikata -hoy Calcuta- en términos aún peores. Sin embargo, en la memoria histórica de la humanidad Calcuta está ubicada como uno de los focos espirituales del planeta, ¿por qué se la considera como una de las ciudades más gloriosas que ha tenido el pensamiento filosófico?. No lo sabemos, pero es cierto que nadie que vaya a Calcuta vuelve igual. Uno se hace mejor.
Cuando se llega a Calcuta, uno siente que entra a un santuario construido en tierra firme milagrosamente conservada en medio de un pantano, como cuando en el siglo XVII se edificó la ciudad sobre ellos, por eso cada época del año acarrea una nueva plaga para la cual hay que inventar un nombre, porque ya es demasiado común hablar de "tipos" de malaria, de cólera, viruela, ceguera o lepra...hay cientos de enfermedades que no han sido científicamente diagnosticadas, y pasarán varios años antes de que los pocos médicos que hay de la Organización Mundial de la Salud puedan hacer algo, porque los pocos medios con que cuentan en general los servicios médicos hindúes, deben servir para cubrir en mínima parte la adquisición de alimentos y medicamentos, que es el problema más apremiante.
- "Prepárate para sufrir un schok cultural", fue lo primero que me dijo mi anfitrión en la ciudad: Robert MacNamara, corresponsal de una agencia internacional de prensa agregado en Calcuta, su ciudad natal. De madre hindú y padre estadunidense, Robert -aunque estudió en Nueva York- ha vivido siempre en Calcuta, y como toda la gente que ha nacido y vive allí mira a la ciudad con una extraordinaria ternura. A la vez con encontrados sentimientos de impotencia ante la alarmante realidad de pobreza del pueblo que se hermana con los más verdes campos que se pueda encontrar, con gente honrada a toda prueba. Porque si es cierto que Calcuta ha cedido su posición económica en beneficio de Bombay y su relevancia política a Nueva Delhi, sigue siendo el centro cultural de toda India. Porque si bien muchos dicen que esta es una ciudad a la que es mejor evitar, sigue reinando allí un espíritu de luz y de increíble sabiduría que toda su pobreza no puede ocultar.
La familia de mi anfitrión está directamente emparentada con los Thakur, a los que pertenecía el poeta Rabindranath Tagore ("Tagore" es una occidentalización de "Thakur", apellido que en idioma sánscrito significa "hombre noble", "amo", "señor"). Ya en casa de ellos me recibe con absoluta cordialidad el más anciano del núcleo familiar, Dhum Thakur, piadoso adorador de Shiva, el todopoderoso consorte de la diosa Kali. El noble anciano me dio la bienvenida hablando con los sonidos dulces y cadenciosos del sánscrito, sin que le inquietara en lo más mínimo el que yo no le entendiera. Dos meses después, cuando dejé su hogar y me despedí de Calcuta, puedo decir que, si acaso por mimetismo, entendía perfectamente al sumo Dhum Thakur. Por él oí hablar de Rama-Krishna, Swami Vivekananda, Sri Aurobindo y Sam Mohan Roy, y por su intercesión fui recibido por la Madre Teresa.
En una de las principales arterias de la ciudad, la Lower Circular Road, muy cerca de una mezquita y prácticamente debajo de las agujas gemelas de la iglesia protestante de St. James, se halla la casa-madre de las Misioneras de la Caridad. De una modesta puerta negra cuelga un letrero en que se lee: "Mother M. Teresa MC". El timbre es una sonora campana de llamada metálica, ante la que apareció una de las joviales hermanas de la Caridad, la que sonrió sin vacilar cuando Robert le dijo que éramos dos más de los necesitados que acudían por ayuda, haciendo referencia a la multitud de indigentes que había en la calle junto a la misión esperando ayuda. Nos hicieron pasar a un diminuto patio y nos comunicaron que ella estaría con nosotros en un instante.
Donde esperamos hay sólo una mesa y varias sillas. En una pared se ve la figura en bulto de Cristo en la cruz; en las otras paredes, dispersos, se ven tres cuadros colgados. En uno de ellos se exponen los votos que hacen quienes entran a la Orden: pobreza, castidad, obediencia y caridad. Otro cuadro está ilustrado con fotografías que muestran la labor que realizan entre los más pobres de los pobres; se ven misioneras rodeadas de indigentes, en los hogares para huérfanos y moribundos, en las escuelas, entre los leprosos y en los dispensarios móviles. Se leen algunas oraciones de la Madre Teresa:
"Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros prójimos de todo el mundo que viven y mueren en la pobreza y el hambre. Dales hoy, por medio de nuestras manos, su pan de cada día y, mediante nuestra comprensión, dales también el amor, la paz y la alegría".
Otro dice:
"Que cada hermana vea a Jesucristo en la persona del pobre; cuanto más repugnante sea el trabajo de una persona, mayor deberá ser también su fe, su amor y su alegre dedicación en el servicio de nuestro Señor que se presenta bajo ese doloroso disfraz".
El tercer cuadro explica en términos generales la estructura de la Orden, fundada oficialmente en 1950, y que "intenta mitigar la sed de Cristo en la cruz por amor a las almas mediante la observancia, por parte de su misión, de los cuatro votos que se ha impuesto".
Mis dos encuentros anteriores con la Madre Teresa habían sido absolutamente fortuitos: la primera vez la vi en la calle Hamburgo de la zona rosa en la Ciudad de México; en 1975 ella había asistido como miembro de la delegación de la Santa Sede a la Conferencia del Año Internacional de la Mujer que se celebraba en México, y se movilizaba en la ciudad como cualquier otra persona, acompañada sí de un grupo de hermanas de su Orden que no dejaban de reírse y de hacer comentarios que la Madre apoyaba alegremente. La segunda vez fue diferente: en 1979 la vi en el aeropuerto de la ciudad de Guatemala y por todas partes había periodistas y cámaras de televisión que la esperaban en una de sus visitas a Centroamérica; ya había ganado el Premio Nobel de la Paz y era una figura mundial. Esta vez era distinto: me enfrentaría personalmente a esa luz que había visto en la multitud...
En el hogar de la Madre Teresa, en Calcuta, la puerta que daba al patio interior estaba abierta y podíamos ver a las hermanas envueltas en sus blancos saris trabajando afanosamente en organizar el lugar para, como cada día, repartir comida entre el grupo interminable de personas que esperaban afuera. Llamó nuestra atención que a pesar de la enorme actividad reinaba allí un gran silencio, del que brotó la Madre Teresa. Me pareció mucho más pequeña que la estatura que yo de ella creí percibir: su limpia tez rosada está plagada de infinitas arrugas de profundidad poco común que siempre a uno le llevan a sus ojos azules. Muy dinámica, fuerte y decidida en sus movimientos, lo que primero nos impacta es su mirada. Una mirada que a uno lo deja indefenso, transparente. Creo que cada persona que se acerque a ella, debe sentir lo mismo, porque a uno lo traspasaba con la vista.
-"Siento haberme retrasado, pero aquí siempre tenemos mucho qué hacer", nos dice al tiempo que nos invita a sentarnos. Allí conversamos con ella. Luego la acompañamos unas horas en su visita habitual a quienes protege, allí una fracción mínima de los más desposeídos del mundo, que han encontrado en ella su ángel de la guarda.
© Waldemar Verdugo Fuentes.
En Calcuta, India, la Madre Teresa nos da una definición de la caridad: "Es ayudarnos los unos a los otros. Ya Cristo lo dijo: Lo que hagas con el último de tus hermanos lo estás haciendo conmigo. Esa es la caridad. Así, cuando él llegue a nosotros, podrá decirnos: Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recogisteis, estuve desnudo y me cubristeis, enfermé y me visitasteis. De cierto os digo que cuanto hicisteis por mis hermanos más pequeños lo hicisteis por mi. Es necesario creer en su palabra para poder reconocer su mensaje y su manifestación a través de los demás. Debemos tener el corazón puro para ver a Dios en los pobres, en la gente que sufre. Y debemos enseñar a la gente que no sabe hacerlo. El error de muchos es buscar la luz en la oscuridad. Debemos aprender a buscar la luz donde está la luz".
El viajero que viene de Oriente entra en India por Calcuta, en otro tiempo conocida como Ciudad de los Palacios a causa de sus lujosas construcciones enclavadas en pretensiosos jardines hechos en terrenos ganados a la selva y a los pantanos en 1690. Rudyard Kipling, el célebre autor de "El libro de la selva" la llamó Ciudad de la noche espantosa "erigida por el azar y por el azar gobernada". Thomas Macaulay, que escribió "Historias de Inglaterra", habla de Calcuta como de "una ciudad en la que únicamente los insectos y los empresarios de pompas fúnebres parecen disfrutar del clima". Jawaharlal Nehru la llamó "ciudad de pesadilla". Otros se refieren a Kalikata -hoy Calcuta- en términos aún peores. Sin embargo, en la memoria histórica de la humanidad Calcuta está ubicada como uno de los focos espirituales del planeta, ¿por qué se la considera como una de las ciudades más gloriosas que ha tenido el pensamiento filosófico?. No lo sabemos, pero es cierto que nadie que vaya a Calcuta vuelve igual. Uno se hace mejor.
Cuando se llega a Calcuta, uno siente que entra a un santuario construido en tierra firme milagrosamente conservada en medio de un pantano, como cuando en el siglo XVII se edificó la ciudad sobre ellos, por eso cada época del año acarrea una nueva plaga para la cual hay que inventar un nombre, porque ya es demasiado común hablar de "tipos" de malaria, de cólera, viruela, ceguera o lepra...hay cientos de enfermedades que no han sido científicamente diagnosticadas, y pasarán varios años antes de que los pocos médicos que hay de la Organización Mundial de la Salud puedan hacer algo, porque los pocos medios con que cuentan en general los servicios médicos hindúes, deben servir para cubrir en mínima parte la adquisición de alimentos y medicamentos, que es el problema más apremiante.
- "Prepárate para sufrir un schok cultural", fue lo primero que me dijo mi anfitrión en la ciudad: Robert MacNamara, corresponsal de una agencia internacional de prensa agregado en Calcuta, su ciudad natal. De madre hindú y padre estadunidense, Robert -aunque estudió en Nueva York- ha vivido siempre en Calcuta, y como toda la gente que ha nacido y vive allí mira a la ciudad con una extraordinaria ternura. A la vez con encontrados sentimientos de impotencia ante la alarmante realidad de pobreza del pueblo que se hermana con los más verdes campos que se pueda encontrar, con gente honrada a toda prueba. Porque si es cierto que Calcuta ha cedido su posición económica en beneficio de Bombay y su relevancia política a Nueva Delhi, sigue siendo el centro cultural de toda India. Porque si bien muchos dicen que esta es una ciudad a la que es mejor evitar, sigue reinando allí un espíritu de luz y de increíble sabiduría que toda su pobreza no puede ocultar.
La familia de mi anfitrión está directamente emparentada con los Thakur, a los que pertenecía el poeta Rabindranath Tagore ("Tagore" es una occidentalización de "Thakur", apellido que en idioma sánscrito significa "hombre noble", "amo", "señor"). Ya en casa de ellos me recibe con absoluta cordialidad el más anciano del núcleo familiar, Dhum Thakur, piadoso adorador de Shiva, el todopoderoso consorte de la diosa Kali. El noble anciano me dio la bienvenida hablando con los sonidos dulces y cadenciosos del sánscrito, sin que le inquietara en lo más mínimo el que yo no le entendiera. Dos meses después, cuando dejé su hogar y me despedí de Calcuta, puedo decir que, si acaso por mimetismo, entendía perfectamente al sumo Dhum Thakur. Por él oí hablar de Rama-Krishna, Swami Vivekananda, Sri Aurobindo y Sam Mohan Roy, y por su intercesión fui recibido por la Madre Teresa.
En una de las principales arterias de la ciudad, la Lower Circular Road, muy cerca de una mezquita y prácticamente debajo de las agujas gemelas de la iglesia protestante de St. James, se halla la casa-madre de las Misioneras de la Caridad. De una modesta puerta negra cuelga un letrero en que se lee: "Mother M. Teresa MC". El timbre es una sonora campana de llamada metálica, ante la que apareció una de las joviales hermanas de la Caridad, la que sonrió sin vacilar cuando Robert le dijo que éramos dos más de los necesitados que acudían por ayuda, haciendo referencia a la multitud de indigentes que había en la calle junto a la misión esperando ayuda. Nos hicieron pasar a un diminuto patio y nos comunicaron que ella estaría con nosotros en un instante.
Donde esperamos hay sólo una mesa y varias sillas. En una pared se ve la figura en bulto de Cristo en la cruz; en las otras paredes, dispersos, se ven tres cuadros colgados. En uno de ellos se exponen los votos que hacen quienes entran a la Orden: pobreza, castidad, obediencia y caridad. Otro cuadro está ilustrado con fotografías que muestran la labor que realizan entre los más pobres de los pobres; se ven misioneras rodeadas de indigentes, en los hogares para huérfanos y moribundos, en las escuelas, entre los leprosos y en los dispensarios móviles. Se leen algunas oraciones de la Madre Teresa:
"Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros prójimos de todo el mundo que viven y mueren en la pobreza y el hambre. Dales hoy, por medio de nuestras manos, su pan de cada día y, mediante nuestra comprensión, dales también el amor, la paz y la alegría".
Otro dice:
"Que cada hermana vea a Jesucristo en la persona del pobre; cuanto más repugnante sea el trabajo de una persona, mayor deberá ser también su fe, su amor y su alegre dedicación en el servicio de nuestro Señor que se presenta bajo ese doloroso disfraz".
El tercer cuadro explica en términos generales la estructura de la Orden, fundada oficialmente en 1950, y que "intenta mitigar la sed de Cristo en la cruz por amor a las almas mediante la observancia, por parte de su misión, de los cuatro votos que se ha impuesto".
Mis dos encuentros anteriores con la Madre Teresa habían sido absolutamente fortuitos: la primera vez la vi en la calle Hamburgo de la zona rosa en la Ciudad de México; en 1975 ella había asistido como miembro de la delegación de la Santa Sede a la Conferencia del Año Internacional de la Mujer que se celebraba en México, y se movilizaba en la ciudad como cualquier otra persona, acompañada sí de un grupo de hermanas de su Orden que no dejaban de reírse y de hacer comentarios que la Madre apoyaba alegremente. La segunda vez fue diferente: en 1979 la vi en el aeropuerto de la ciudad de Guatemala y por todas partes había periodistas y cámaras de televisión que la esperaban en una de sus visitas a Centroamérica; ya había ganado el Premio Nobel de la Paz y era una figura mundial. Esta vez era distinto: me enfrentaría personalmente a esa luz que había visto en la multitud...
En el hogar de la Madre Teresa, en Calcuta, la puerta que daba al patio interior estaba abierta y podíamos ver a las hermanas envueltas en sus blancos saris trabajando afanosamente en organizar el lugar para, como cada día, repartir comida entre el grupo interminable de personas que esperaban afuera. Llamó nuestra atención que a pesar de la enorme actividad reinaba allí un gran silencio, del que brotó la Madre Teresa. Me pareció mucho más pequeña que la estatura que yo de ella creí percibir: su limpia tez rosada está plagada de infinitas arrugas de profundidad poco común que siempre a uno le llevan a sus ojos azules. Muy dinámica, fuerte y decidida en sus movimientos, lo que primero nos impacta es su mirada. Una mirada que a uno lo deja indefenso, transparente. Creo que cada persona que se acerque a ella, debe sentir lo mismo, porque a uno lo traspasaba con la vista.
-"Siento haberme retrasado, pero aquí siempre tenemos mucho qué hacer", nos dice al tiempo que nos invita a sentarnos. Allí conversamos con ella. Luego la acompañamos unas horas en su visita habitual a quienes protege, allí una fracción mínima de los más desposeídos del mundo, que han encontrado en ella su ángel de la guarda.
© Waldemar Verdugo Fuentes.
LAS INJUSTICIAS EN LA VIDA.
"LAS INJUSTICIAS EN LA VIDA EXISTEN PORQUE SE HA ROTO LA RELACIÓN CON DIOS"
-¿Qué lee usted? -le pregunto a la Madre Teresa, y gentil responde:
-En general, las lecturas para mí dependen mucho del tiempo, y como generalmente no tengo mucho tiempo libre, sólo leo aquellas cosas que puedan cumplir un fin en mi trabajo. Consulto con frecuencia revistas médicas internacionales para estar al día en los nuevos medicamentos que pueden ser útiles en nuestros hospitales; eso leo ahora.
-¿Entonces no recuerda un libro que haya llamado su atención?
-Cuando era joven leía mucho, pero para mí es difícil darle nombre de algún autor...aunque no quiero que por mi culpa su trabajo sea incompleto. Mire, recuerdo "El Manto sagrado", de Lloyd Douglas, y también "Semillas del desierto", de Charles de Foucauld, es un libro muy hermoso, aunque, evidentemente, mi libro de cabecera ha sido siempre la Biblia. Todas mis lecturas tienen que ver con lo que me interesa, y es mi interés estar siempre al día con lo que pueda ser beneficioso para nuestra comunidad.
-¿Le interesa el cine?
-No tengo interés por ninguna clase de película, por lo que le puedo decir que no soy aficionada al cine. Aunque a veces programamos alguna exhibición de corte religioso para reunir algunos fondos... como esa película de "Ben Hur" y otras así. A veces nos prestan algún buen cine de la ciudad y los ricos nos compran las entradas a precios muy elevados, pero ellos no asisten a ver la película, ¿entiende?, sino que pagan las entradas para que los pobres la vean. Entonces, me retracto, ahora le digo que sí soy aficionada al cine (ríe francamente). Entonces, también le voy a decir que soy aficionada al teatro, a la música, a todas las artes, porque suele ocurrir que algunos artistas que visitan la ciudad a veces ofrecen alguna función cuyos fondos destinan a nuestra causa. Vea usted, yo creo que el arte es una forma de fe, porque un artista debe materializar muchas veces de la nada.
-¿Usted nunca ha dudado de su fe?
-No, nunca. En el momento en que uno acepta y renuncia a sí mismo, se produce la convicción total que comienza a regir su vida. Pueden tenerse otras dudas, ¿verdad?, pero dudar de Dios ya no sucede.
-¿Y si a pesar de todo persiste la inseguridad?
-Entonces es el momento de ponerse de rodillas, ¿no le parece?
-Las injusticias que a diario se cometen, ¿de qué manera se relacionan con el orden divino?
-No se relacionan, yo creo que se cometen porque, justamente, se ha roto la relación con Dios Todopoderoso. Podemos cometer errores, muchos errores, pero somos nosotros; por eso decíamos que el libre albedrío tiene esa dificultad. Y uno debe ser maduro para no equivocarse, porque nosotros somos los que erramos. El no se equivoca. Cristo sólo hace que salga a la luz lo mejor de cada uno de nosotros, y para que eso suceda primero debemos creer, invitarle a nuestra vida, porque El está siempre llamando a la puerta de nuestro corazón.
-¿Cuál es el principal problema que enfrenta su trabajo?
-Aquí existen muchos problemas, el tiempo nos ha enseñado que cada uno de ellos viene con su solución, y que la mayoría de las veces la solución es el tiempo mismo. En nuestros hospitales, en el leprosario, por ejemplo, un grave inconveniente es que los enfermos no siguen el tratamiento que les prescribimos. No entienden que si dejan pasar demasiado tiempo su enfermedad se agrava. ¿Sabe? Para curar la lepra es necesario un tratamiento prolongado y caro, por lo que en muchos casos el leprosos es abandonado por su familia y simplemente muchos de ellos no tienen dónde dormir. Naturalmente, también hay leprosos en las familias ricas, tenemos entre nuestros pacientes a estudiantes universitarios y jóvenes de familias acomodadas que vienen a medicinarse con nosotras.
“La lepra se presenta en diversas formas, en algunos comienza con rigidez en algunos miembros del cuerpo y sin ninguna mancha en la piel. A veces es causada por algún desajuste nervioso, porque una vez que los nervios se afectan se produce disfunción de algunos órganos. En esos casos resulta difícil hacer algo, aunque en cuadros de lepra nerviosa, el mal puede ser detenido, pero restablecer los nervios resulta casi imposible. Después, si el paciente no sigue las indicaciones, aparecen las señales en la piel, esa terrible ulceración de la piel. Un leproso pierde percepción en su cuerpo, por lo que muchos de ellos sufren quemaduras y mutilaciones sin darse cuenta de lo que les sucede, lo que al final les lleva al empudrecimiento total. Últimamente, en nuestros centros asistenciales estamos recibiendo a los moribundos infectados con el VIH, para que no mueran en la calle. Y tenemos algunos casos en que la propia madre ha tirado a la calle al hijo sidoso para que no contagie a los demás miembros de su familia; es patético, ¿no cree?
-¿Cómo entiende usted la muerte?
-La muerte es la continuación de la vida; la realización de otra circunstancia de la vida. La muerte es como volver a casa; sin embargo, la gente en general tiene miedo de ella, de lo que vendrá cuando se muera, por eso no quiere morir. Si no hubiera misterio, no existiría el miedo, ¿no cree?. Claro, está también el problema de la conciencia, "debí haberme portado de otra manera, mejor, debí haber sido más bueno" o cosas así, porque todos sabemos que la muerte es el abandono del cuerpo humano, aunque el corazón y el alma viven para siempre, jamás mueren.
Todas las religiones buscan la eternidad, la otra vida después de ésta, porque esta vida no es lo único, no es el fin de nuestra existencia, porque la casa de Dios Todopoderoso es infinita, y morir no es más que volver a El, ni menos, por eso no debemos temer a la muerte. Muy a menudo se muere igual que se ha vivido, pero para nuestra Orden es muy importante que nadie muera deprimido, desesperado, solo, falto de asistencia, de comida o de amor.
-¿Cómo ve usted al suicida? ¿Qué aconseja usted a alguien que recurre en su ayuda con este pensamiento destructivo?
-Me parece muy triste y difícil opinar sobre ello porque creo que es algo que tiene que ver entre la persona que quiere acabarse y Dios, y allí no debe intervenir nadie más. Nadie tienen derecho a interferir en esos momentos. Yo me puedo limitar a ayudarle en cómo hacer las paces con Dios, para lo cual la única forma es abrirle su corazón, reflexionar sinceramente con él, que mora en el fondo de cada uno de nosotros.
“Su pregunta me entristece porque pienso en toda la gente que hay, desamparada y sola, por allí en el mundo. Sólo puedo rogar para que sean fuertes, para que Dios les dé fortaleza, para que no olviden que ninguna cosa dura demasiado en la vida. Todas las situaciones cambian. El hombre es un constante fluir de energía que siempre va renovándose, que siempre es diferente, por eso las cosas cambian, porque el hombre mismo cambia.
“Cuando veo a alguien muy triste le digo que beba un vaso con agua, y si ni siquiera eso tiene, le digo entonces que salga al aire libre y mire las estrellas en el cielo, su evidente simetría, que mire las nubes, los arreboles en la atmósfera, el cielo, y que entienda que le puede pedir al hacedor de ese orden, que le pida a Dios, que él siempre, pero le digo "siempre", encontrará la forma de saciar su sed, porque Su mano siempre está tendida esperando por nosotros, porque bajo el cielo no hay un solo ser vivo que quede por siempre completamente desamparado”.
© Waldemar Verdugo Fuentes.
-¿Qué lee usted? -le pregunto a la Madre Teresa, y gentil responde:
-En general, las lecturas para mí dependen mucho del tiempo, y como generalmente no tengo mucho tiempo libre, sólo leo aquellas cosas que puedan cumplir un fin en mi trabajo. Consulto con frecuencia revistas médicas internacionales para estar al día en los nuevos medicamentos que pueden ser útiles en nuestros hospitales; eso leo ahora.
-¿Entonces no recuerda un libro que haya llamado su atención?
-Cuando era joven leía mucho, pero para mí es difícil darle nombre de algún autor...aunque no quiero que por mi culpa su trabajo sea incompleto. Mire, recuerdo "El Manto sagrado", de Lloyd Douglas, y también "Semillas del desierto", de Charles de Foucauld, es un libro muy hermoso, aunque, evidentemente, mi libro de cabecera ha sido siempre la Biblia. Todas mis lecturas tienen que ver con lo que me interesa, y es mi interés estar siempre al día con lo que pueda ser beneficioso para nuestra comunidad.
-¿Le interesa el cine?
-No tengo interés por ninguna clase de película, por lo que le puedo decir que no soy aficionada al cine. Aunque a veces programamos alguna exhibición de corte religioso para reunir algunos fondos... como esa película de "Ben Hur" y otras así. A veces nos prestan algún buen cine de la ciudad y los ricos nos compran las entradas a precios muy elevados, pero ellos no asisten a ver la película, ¿entiende?, sino que pagan las entradas para que los pobres la vean. Entonces, me retracto, ahora le digo que sí soy aficionada al cine (ríe francamente). Entonces, también le voy a decir que soy aficionada al teatro, a la música, a todas las artes, porque suele ocurrir que algunos artistas que visitan la ciudad a veces ofrecen alguna función cuyos fondos destinan a nuestra causa. Vea usted, yo creo que el arte es una forma de fe, porque un artista debe materializar muchas veces de la nada.
-¿Usted nunca ha dudado de su fe?
-No, nunca. En el momento en que uno acepta y renuncia a sí mismo, se produce la convicción total que comienza a regir su vida. Pueden tenerse otras dudas, ¿verdad?, pero dudar de Dios ya no sucede.
-¿Y si a pesar de todo persiste la inseguridad?
-Entonces es el momento de ponerse de rodillas, ¿no le parece?
-Las injusticias que a diario se cometen, ¿de qué manera se relacionan con el orden divino?
-No se relacionan, yo creo que se cometen porque, justamente, se ha roto la relación con Dios Todopoderoso. Podemos cometer errores, muchos errores, pero somos nosotros; por eso decíamos que el libre albedrío tiene esa dificultad. Y uno debe ser maduro para no equivocarse, porque nosotros somos los que erramos. El no se equivoca. Cristo sólo hace que salga a la luz lo mejor de cada uno de nosotros, y para que eso suceda primero debemos creer, invitarle a nuestra vida, porque El está siempre llamando a la puerta de nuestro corazón.
-¿Cuál es el principal problema que enfrenta su trabajo?
-Aquí existen muchos problemas, el tiempo nos ha enseñado que cada uno de ellos viene con su solución, y que la mayoría de las veces la solución es el tiempo mismo. En nuestros hospitales, en el leprosario, por ejemplo, un grave inconveniente es que los enfermos no siguen el tratamiento que les prescribimos. No entienden que si dejan pasar demasiado tiempo su enfermedad se agrava. ¿Sabe? Para curar la lepra es necesario un tratamiento prolongado y caro, por lo que en muchos casos el leprosos es abandonado por su familia y simplemente muchos de ellos no tienen dónde dormir. Naturalmente, también hay leprosos en las familias ricas, tenemos entre nuestros pacientes a estudiantes universitarios y jóvenes de familias acomodadas que vienen a medicinarse con nosotras.
“La lepra se presenta en diversas formas, en algunos comienza con rigidez en algunos miembros del cuerpo y sin ninguna mancha en la piel. A veces es causada por algún desajuste nervioso, porque una vez que los nervios se afectan se produce disfunción de algunos órganos. En esos casos resulta difícil hacer algo, aunque en cuadros de lepra nerviosa, el mal puede ser detenido, pero restablecer los nervios resulta casi imposible. Después, si el paciente no sigue las indicaciones, aparecen las señales en la piel, esa terrible ulceración de la piel. Un leproso pierde percepción en su cuerpo, por lo que muchos de ellos sufren quemaduras y mutilaciones sin darse cuenta de lo que les sucede, lo que al final les lleva al empudrecimiento total. Últimamente, en nuestros centros asistenciales estamos recibiendo a los moribundos infectados con el VIH, para que no mueran en la calle. Y tenemos algunos casos en que la propia madre ha tirado a la calle al hijo sidoso para que no contagie a los demás miembros de su familia; es patético, ¿no cree?
-¿Cómo entiende usted la muerte?
-La muerte es la continuación de la vida; la realización de otra circunstancia de la vida. La muerte es como volver a casa; sin embargo, la gente en general tiene miedo de ella, de lo que vendrá cuando se muera, por eso no quiere morir. Si no hubiera misterio, no existiría el miedo, ¿no cree?. Claro, está también el problema de la conciencia, "debí haberme portado de otra manera, mejor, debí haber sido más bueno" o cosas así, porque todos sabemos que la muerte es el abandono del cuerpo humano, aunque el corazón y el alma viven para siempre, jamás mueren.
Todas las religiones buscan la eternidad, la otra vida después de ésta, porque esta vida no es lo único, no es el fin de nuestra existencia, porque la casa de Dios Todopoderoso es infinita, y morir no es más que volver a El, ni menos, por eso no debemos temer a la muerte. Muy a menudo se muere igual que se ha vivido, pero para nuestra Orden es muy importante que nadie muera deprimido, desesperado, solo, falto de asistencia, de comida o de amor.
-¿Cómo ve usted al suicida? ¿Qué aconseja usted a alguien que recurre en su ayuda con este pensamiento destructivo?
-Me parece muy triste y difícil opinar sobre ello porque creo que es algo que tiene que ver entre la persona que quiere acabarse y Dios, y allí no debe intervenir nadie más. Nadie tienen derecho a interferir en esos momentos. Yo me puedo limitar a ayudarle en cómo hacer las paces con Dios, para lo cual la única forma es abrirle su corazón, reflexionar sinceramente con él, que mora en el fondo de cada uno de nosotros.
“Su pregunta me entristece porque pienso en toda la gente que hay, desamparada y sola, por allí en el mundo. Sólo puedo rogar para que sean fuertes, para que Dios les dé fortaleza, para que no olviden que ninguna cosa dura demasiado en la vida. Todas las situaciones cambian. El hombre es un constante fluir de energía que siempre va renovándose, que siempre es diferente, por eso las cosas cambian, porque el hombre mismo cambia.
“Cuando veo a alguien muy triste le digo que beba un vaso con agua, y si ni siquiera eso tiene, le digo entonces que salga al aire libre y mire las estrellas en el cielo, su evidente simetría, que mire las nubes, los arreboles en la atmósfera, el cielo, y que entienda que le puede pedir al hacedor de ese orden, que le pida a Dios, que él siempre, pero le digo "siempre", encontrará la forma de saciar su sed, porque Su mano siempre está tendida esperando por nosotros, porque bajo el cielo no hay un solo ser vivo que quede por siempre completamente desamparado”.
© Waldemar Verdugo Fuentes.
EL AMOR A JESUS.
"NO TEMO DECIR QUE HE VIVIDO ENAMORADA DE JESÚS"
Indira Gandhi decía que conocer a la Madre Teresa es sentirse completamente humilde, percibir la fuerza de la ternura y el poder del amor. Es que en su presencia todos nos sentimos un poco humillados y avergonzados de nosotros mismos, porque lo más extraordinario en ella es que se ve una mujer completamente normal, y si existe algo mágico en su persona es la profundidad azul de su mirada, que viene quizás de qué pasado remoto y más sabio, porque en ella todo es humildad. Aunque sea unos breves minutos, pienso, nadie puede quedar impasible ante su presencia. Mis amigos Thakur me habían dicho que conversar con ella en algunos casos había significado una nueva vida, la misma conversión. Le pregunto cómo se clarificó la vocación de servicio en su vida, y, amablemente, responde:
-A medida que fui viendo lo que Dios hacía a través de mi trabajo, porque nosotras somos religiosas, nuestro trabajo es una materialización de nuestra fe, de una actitud religiosa frente a la vida. La vocación en nosotros no es el servicio que prestamos a los leprosos o a los moribundos, sino que nuestra vocación está en pertenecer a Jesús. Y como somos de El, nuestro trabajo es el medio para expresar el amor que nos inflama. De modo que no es un fin, sino un medio, porque vemos a Cristo en cada persona que tocamos, cada persona a la que brindamos ayuda tiene Su rostro. Así de sencillo. Porque si pertenecemos a Cristo, El debe poder hacer uso nuestro, es un complemento mutuo.
-El trabajo en sus hospitales la obliga a estar al tanto de los adelantos médicos, ¿ha tenido influencia en su trabajo el progreso de la ciencia?.
-Mucho. Antes veíamos morir miles de personas infectadas con Tuberculosis y ahora con un tratamiento de seis meses que implica tomar tres pastillas al día, se acabó la Tuberculosis... Ha sido importante el progreso de los conocimientos que hemos ido adquiriendo, el progreso de la técnica que ahora podemos utilizar en nuestro trabajo, aunque yo creo más en la importancia que para todos implica el progreso de la espiritualidad.
“El comienzo de la humanidad en el hombre empieza cuando se da cuenta de que la vida no le es indiferente y se dispone a contemplarla como algo indescifrablemente misterioso. La confirmación moral en el hombre se hace real cuando dejamos de vivir simplemente al acaso y nos involucramos con nuestra propia existencia. Allí empieza nuestra evolución ética, que tiene como primer paso un sentido de solidaridad con otros seres. Es cuando comenzamos a reflexionar acerca de nosotros mismos, cuando nos cuestionamos nuestra relación con los demás, y sinceramente nos damos cuenta de que todos somos iguales, y ensanchamos el círculo de nuestras obligaciones hasta abarcar a toda la gente que nos rodea.
-Eso es algo muy difícil si no existe la fe...
-No existe la fe, hijo, cuando uno no cree en uno mismo. Porque cuando uno se descubre a sí mismo, descubre que tiene un deber para con todos los seres humanos. Descubre la fe. Mientras no dejemos de obedecer a esa convencional ley de reserva que nos hace ser fríos entre nosotros, y nos impide mostrarnos tan cordiales como en realidad somos, no descubriremos que el hombre pertenece al hombre. El ser humano tiene derecho a ser humano.
-Y si uno no encuentra una causa tan loable como la suya, ¿cómo se puede actuar como hombre hacia los demás hombres?
-Si uno en su ocupación no tiene nada que dar y no posee otra cosa de qué desprenderse, debe sacrificar algo de su tiempo libre, por corto que éste sea, siempre se encuentra una causa noble en qué emplearlo. Su propia humanidad se verá enriquecida, beneficiada. Hay siempre una persona que necesita compañía, un poco de amistad, es tan poco...siempre hay alguien para quien uno puede significar algo. Tal vez un enfermo, un anciano, o quizás una buena causa que necesita trabajadores voluntarios, siempre encontraremos algo o alguien.
-Y ¿cómo sabemos que nuestros esfuerzos están bien encaminados?
-Nunca sabremos cuánto logramos ni cuánto le damos a la humanidad, eso permanece oculto a nuestros ojos, y así debe ser, aunque siempre nos es dada la posibilidad de vislumbrar algo que nos indica que no debemos perder la fe en nuestros esfuerzos. Ahora, por ejemplo, para mí es asombroso que usted venga de tan lejos a preocuparse de la mínima labor que aquí realizamos.
-Es un honor estar con usted, que acepte mis preguntas, compartir su fe, su seguridad de conversión, que es algo siempre cuestionado en el aspecto de que uno percibe no bien cómo es este proceso de credibilidad. ¿Qué es para usted la conversión?
-Yo nunca me he cuestionado mi conversión, porque siempre creo estar convirtiéndome, porque somos corazones en transformación, así lo creo; claro, sabemos que ni siquiera Dios puede convertir a una persona si ésta no lo desea. Por eso, todo lo que hagamos, todo lo que tratemos de hacer sirviendo a la gente nos acerca más a Dios, a nuestra conversión. Seremos mejores católicos, mejores budistas o hindúes, mejores musulmanes o lo que sea, pero el ser mejores nos acerca, sin duda, a Dios. El aceptar la vida en esa conciencia es la conversión.
-¿Y de qué modo hay que hacerlo, cuál es el mejor?
-Yo siempre lo he hecho naturalmente, en mi modo que es católico, y que para mí es el mejor. Para otra persona será en otro modo, según la conciencia de cada cual, porque el dios que anida en su espíritu es el Dios que debe usted aceptar. Aunque yo no puedo evitar comunicarle a usted el Dios que yo poseo, porque es el que da una forma a mi realidad. Por eso no temo decir que he vivido enamorada de Jesús, porque El es todo para mí. Pero usted puede tener una imagen distinta en su vida, y en su forma es como debe tratar de entenderlo.
“La gente cree que todo consiste en cambiar de la noche a la mañana, y no es así, es un proceso que lleva a creerlo férreamente antes, porque ni el mismo Jesús podría cambiar repentinamente el corazón de las personas si éstas no lo creen antes. Yo deseo ardientemente que la felicidad que a mi vida ha dado la conversión la tengan todas las personas del mundo. Pero depende de ellas. Si se ve una luz, deben seguirla, y lógicamente yo no puedo darles la luz, sólo los medios con mi ejemplo de trabajo, aunque está claro que nosotras no somos trabajadoras sociales, aunque hagamos un trabajo enmarcado en beneficio de todos.
-¿Por qué eligió iniciar su trabajo en Calcuta y no en otro lugar?
-Eso es un misterio para el que no tengo respuesta, discúlpeme. A mí no me ha tocado decidir, sólo Dios es dueño de mi vida, de todas las vidas, sólo El decide sobre la vida y la muerte. Una persona sana puede estar más cerca de la muerte que el que agoniza, y eso es un misterio de Dios. Su decisión y nada más. Yo estoy aquí por la voluntad de Jesús.
-¿Cuál es su opinión respecto a la pena de muerte?
-¿Quiénes somos nosotros para decidir el fin de otro ser humano? No sólo se mata la vida, sino que se atropella la decisión de Dios; sin embargo, hay quienes deciden por la vida de otros, se pretenden comparar al Cristo Todopoderoso...la pena de muerte la rechazo en forma categórica. Al igual que el aborto. Es lo más terrible que puede hacer el hombre, es la cumbre de su ignorancia. Es una contradicción de la razón y del sentido común: se gastan millones en prolongar la vida de un anciano, que está más muerto que vivo, y se mutila una vida que se inicia aduciendo falta de medios para su mantención. No puedo entenderlo. En nuestra Orden combatimos el aborto mediante la adopción, porque tenemos puestos los pies en la tierra, por eso estamos con la vida y no con la muerte.
-¿Cómo explica usted nuestra capacidad de decisión, el libre albedrío?
-Dios ha creado toda la naturaleza para nosotros, pero a los animales no les ha conferido la facultad de poder escoger libremente, ellos sólo poseen el instinto, pero a nosotros se nos dio la facultad de escoger. Y es nuestra capacidad de elección un don que Dios nunca nos arrebata, nuestro poder de voluntad. Yo he escogido la luz, pero si hubiera escogido para mi vida la oscuridad, hubiera sido sólo elección mía. Y Dios no podría obligarme a actuar de otra manera, porque me ha dado algo que es inherente a mí desde que nací: el poder de elección. Porque a una persona en la vida le puede suceder cualquier cosa, pero nunca le pasará nada a su capacidad de voluntad, porque somos libres de hacer lo que queramos de nuestras vidas. Esto se puede comprobar con un mínimo de lógica, ¿no cree usted?. No sé si ha leído alguna vez la vida de san Agustín. Es un ejemplo perfecto del libre albedrío y del misterio que éste encierra.
“San Agustín se debatía por entender la magnitud de la creación de Dios, y por supuesto su mente humana no podía entender. Cierto día que andaba en esa búsqueda se topó con un muchacho que trataba de llenar con agua un hoyo que había hecho en la tierra. Entonces San Agustín le dijo que era imposible que llenara ese hoyo con agua, a lo que respondió el muchacho: "Más fácil es meter todo el océano en este hoyo que comprender la facultad divina que me permite hacer esto". Por cierto, el muchacho era un ángel”.
© Waldemar Verdugo Fuentes.
Indira Gandhi decía que conocer a la Madre Teresa es sentirse completamente humilde, percibir la fuerza de la ternura y el poder del amor. Es que en su presencia todos nos sentimos un poco humillados y avergonzados de nosotros mismos, porque lo más extraordinario en ella es que se ve una mujer completamente normal, y si existe algo mágico en su persona es la profundidad azul de su mirada, que viene quizás de qué pasado remoto y más sabio, porque en ella todo es humildad. Aunque sea unos breves minutos, pienso, nadie puede quedar impasible ante su presencia. Mis amigos Thakur me habían dicho que conversar con ella en algunos casos había significado una nueva vida, la misma conversión. Le pregunto cómo se clarificó la vocación de servicio en su vida, y, amablemente, responde:
-A medida que fui viendo lo que Dios hacía a través de mi trabajo, porque nosotras somos religiosas, nuestro trabajo es una materialización de nuestra fe, de una actitud religiosa frente a la vida. La vocación en nosotros no es el servicio que prestamos a los leprosos o a los moribundos, sino que nuestra vocación está en pertenecer a Jesús. Y como somos de El, nuestro trabajo es el medio para expresar el amor que nos inflama. De modo que no es un fin, sino un medio, porque vemos a Cristo en cada persona que tocamos, cada persona a la que brindamos ayuda tiene Su rostro. Así de sencillo. Porque si pertenecemos a Cristo, El debe poder hacer uso nuestro, es un complemento mutuo.
-El trabajo en sus hospitales la obliga a estar al tanto de los adelantos médicos, ¿ha tenido influencia en su trabajo el progreso de la ciencia?.
-Mucho. Antes veíamos morir miles de personas infectadas con Tuberculosis y ahora con un tratamiento de seis meses que implica tomar tres pastillas al día, se acabó la Tuberculosis... Ha sido importante el progreso de los conocimientos que hemos ido adquiriendo, el progreso de la técnica que ahora podemos utilizar en nuestro trabajo, aunque yo creo más en la importancia que para todos implica el progreso de la espiritualidad.
“El comienzo de la humanidad en el hombre empieza cuando se da cuenta de que la vida no le es indiferente y se dispone a contemplarla como algo indescifrablemente misterioso. La confirmación moral en el hombre se hace real cuando dejamos de vivir simplemente al acaso y nos involucramos con nuestra propia existencia. Allí empieza nuestra evolución ética, que tiene como primer paso un sentido de solidaridad con otros seres. Es cuando comenzamos a reflexionar acerca de nosotros mismos, cuando nos cuestionamos nuestra relación con los demás, y sinceramente nos damos cuenta de que todos somos iguales, y ensanchamos el círculo de nuestras obligaciones hasta abarcar a toda la gente que nos rodea.
-Eso es algo muy difícil si no existe la fe...
-No existe la fe, hijo, cuando uno no cree en uno mismo. Porque cuando uno se descubre a sí mismo, descubre que tiene un deber para con todos los seres humanos. Descubre la fe. Mientras no dejemos de obedecer a esa convencional ley de reserva que nos hace ser fríos entre nosotros, y nos impide mostrarnos tan cordiales como en realidad somos, no descubriremos que el hombre pertenece al hombre. El ser humano tiene derecho a ser humano.
-Y si uno no encuentra una causa tan loable como la suya, ¿cómo se puede actuar como hombre hacia los demás hombres?
-Si uno en su ocupación no tiene nada que dar y no posee otra cosa de qué desprenderse, debe sacrificar algo de su tiempo libre, por corto que éste sea, siempre se encuentra una causa noble en qué emplearlo. Su propia humanidad se verá enriquecida, beneficiada. Hay siempre una persona que necesita compañía, un poco de amistad, es tan poco...siempre hay alguien para quien uno puede significar algo. Tal vez un enfermo, un anciano, o quizás una buena causa que necesita trabajadores voluntarios, siempre encontraremos algo o alguien.
-Y ¿cómo sabemos que nuestros esfuerzos están bien encaminados?
-Nunca sabremos cuánto logramos ni cuánto le damos a la humanidad, eso permanece oculto a nuestros ojos, y así debe ser, aunque siempre nos es dada la posibilidad de vislumbrar algo que nos indica que no debemos perder la fe en nuestros esfuerzos. Ahora, por ejemplo, para mí es asombroso que usted venga de tan lejos a preocuparse de la mínima labor que aquí realizamos.
-Es un honor estar con usted, que acepte mis preguntas, compartir su fe, su seguridad de conversión, que es algo siempre cuestionado en el aspecto de que uno percibe no bien cómo es este proceso de credibilidad. ¿Qué es para usted la conversión?
-Yo nunca me he cuestionado mi conversión, porque siempre creo estar convirtiéndome, porque somos corazones en transformación, así lo creo; claro, sabemos que ni siquiera Dios puede convertir a una persona si ésta no lo desea. Por eso, todo lo que hagamos, todo lo que tratemos de hacer sirviendo a la gente nos acerca más a Dios, a nuestra conversión. Seremos mejores católicos, mejores budistas o hindúes, mejores musulmanes o lo que sea, pero el ser mejores nos acerca, sin duda, a Dios. El aceptar la vida en esa conciencia es la conversión.
-¿Y de qué modo hay que hacerlo, cuál es el mejor?
-Yo siempre lo he hecho naturalmente, en mi modo que es católico, y que para mí es el mejor. Para otra persona será en otro modo, según la conciencia de cada cual, porque el dios que anida en su espíritu es el Dios que debe usted aceptar. Aunque yo no puedo evitar comunicarle a usted el Dios que yo poseo, porque es el que da una forma a mi realidad. Por eso no temo decir que he vivido enamorada de Jesús, porque El es todo para mí. Pero usted puede tener una imagen distinta en su vida, y en su forma es como debe tratar de entenderlo.
“La gente cree que todo consiste en cambiar de la noche a la mañana, y no es así, es un proceso que lleva a creerlo férreamente antes, porque ni el mismo Jesús podría cambiar repentinamente el corazón de las personas si éstas no lo creen antes. Yo deseo ardientemente que la felicidad que a mi vida ha dado la conversión la tengan todas las personas del mundo. Pero depende de ellas. Si se ve una luz, deben seguirla, y lógicamente yo no puedo darles la luz, sólo los medios con mi ejemplo de trabajo, aunque está claro que nosotras no somos trabajadoras sociales, aunque hagamos un trabajo enmarcado en beneficio de todos.
-¿Por qué eligió iniciar su trabajo en Calcuta y no en otro lugar?
-Eso es un misterio para el que no tengo respuesta, discúlpeme. A mí no me ha tocado decidir, sólo Dios es dueño de mi vida, de todas las vidas, sólo El decide sobre la vida y la muerte. Una persona sana puede estar más cerca de la muerte que el que agoniza, y eso es un misterio de Dios. Su decisión y nada más. Yo estoy aquí por la voluntad de Jesús.
-¿Cuál es su opinión respecto a la pena de muerte?
-¿Quiénes somos nosotros para decidir el fin de otro ser humano? No sólo se mata la vida, sino que se atropella la decisión de Dios; sin embargo, hay quienes deciden por la vida de otros, se pretenden comparar al Cristo Todopoderoso...la pena de muerte la rechazo en forma categórica. Al igual que el aborto. Es lo más terrible que puede hacer el hombre, es la cumbre de su ignorancia. Es una contradicción de la razón y del sentido común: se gastan millones en prolongar la vida de un anciano, que está más muerto que vivo, y se mutila una vida que se inicia aduciendo falta de medios para su mantención. No puedo entenderlo. En nuestra Orden combatimos el aborto mediante la adopción, porque tenemos puestos los pies en la tierra, por eso estamos con la vida y no con la muerte.
-¿Cómo explica usted nuestra capacidad de decisión, el libre albedrío?
-Dios ha creado toda la naturaleza para nosotros, pero a los animales no les ha conferido la facultad de poder escoger libremente, ellos sólo poseen el instinto, pero a nosotros se nos dio la facultad de escoger. Y es nuestra capacidad de elección un don que Dios nunca nos arrebata, nuestro poder de voluntad. Yo he escogido la luz, pero si hubiera escogido para mi vida la oscuridad, hubiera sido sólo elección mía. Y Dios no podría obligarme a actuar de otra manera, porque me ha dado algo que es inherente a mí desde que nací: el poder de elección. Porque a una persona en la vida le puede suceder cualquier cosa, pero nunca le pasará nada a su capacidad de voluntad, porque somos libres de hacer lo que queramos de nuestras vidas. Esto se puede comprobar con un mínimo de lógica, ¿no cree usted?. No sé si ha leído alguna vez la vida de san Agustín. Es un ejemplo perfecto del libre albedrío y del misterio que éste encierra.
“San Agustín se debatía por entender la magnitud de la creación de Dios, y por supuesto su mente humana no podía entender. Cierto día que andaba en esa búsqueda se topó con un muchacho que trataba de llenar con agua un hoyo que había hecho en la tierra. Entonces San Agustín le dijo que era imposible que llenara ese hoyo con agua, a lo que respondió el muchacho: "Más fácil es meter todo el océano en este hoyo que comprender la facultad divina que me permite hacer esto". Por cierto, el muchacho era un ángel”.
© Waldemar Verdugo Fuentes.
EL VERDADERO AMOR.
"EL VERDADERO AMOR ES DAR, NO ES RECIBIR. SI NO ES ASÍ, NO ES VERDADERO AMOR, EN ABSOLUTO".
Finalizo preguntando a la Madre Teresa cuál ha sido la mayor fuente de inspiración en su trabajo, y la sabia nos dice:
-El amor, el amor de Dios Todopoderoso, primero que nada, y a partir de allí, el amor universal. Los desamparados deben saber que les amamos, que son queridos. Y deben entenderlo porque ellos no tienen otra cosa que dar, sino amor. Es muy importante que este mensaje de amor surta efecto, que sea entendido. Nosotros creemos traer un poco de paz al mundo a través de nuestro trabajo. Por eso vemos el trabajo como un regalo de Dios, como el más importante medio que tiene el ser humano para limpiar su mente, primero, y luego aclarar el camino hacia los demás. La gente hoy padece hambre de amor, de un amor compasivo, que es muy importante porque constituye la única solución a la soledad y a la tremenda pobreza.
“Por eso no sólo trabajamos en los países pobres; por eso también estamos en Estados Unidos, en Alemania, en Inglaterra, donde no hay hambre de pan, pero allí la gente padece una horrible soledad, una terrible desesperación, una terrible falta de cariño, donde muchos viven sin esperanzas espirituales o han olvidado la maravilla que significa sonreír, la belleza que encierra el roce humano, lo que es el amor humano. Lugares donde se necesita tanto alguien que les brinde la calidez que encierra una palabra amable, una palabra respetuosa. Los jóvenes están comenzando a entenderlo así, están conociendo lo importante que es ser rectos y comprometidos con los demás. Yo tengo plena fe en las nuevas generaciones porque veo que ya desean servir con sus manos y amar con sus corazones de modo pleno, no superficialmente, con verdadero amor.
-¿Y cómo es el verdadero amor?
-Un amor no es verdadero cuando es empleado con fines egoístas. Una persona puede decir a otra que la quiere, pero al mismo tiempo puede desear aprovecharse de lo que están encerrando sus palabras; al mismo tiempo puede estar pensando tomar de la otra todo lo que pueda. El verdadero amor es dar, no es recibir; si no es así, no es un verdadero amor en absoluto. El verdadero amor duele, porque así es. Tiene siempre que doler porque es doloroso renunciar a sí mismo por alguien, por eso es doloroso, porque es total entrega. El que ama verdaderamente está dispuesto a morir por el objeto de su amor, y así debe ser. Cuando la gente se ama, tiene que renunciar a todo para amarse mutuamente, sin interferencia alguna, porque el amor unifica; por eso es cosa de dos para hacerse uno; por eso el amor absoluto es el verdadero amor.
Y eso sucede con nosotros en la vida religiosa: para pertenecer completamente a Cristo tenemos que renunciar a todo. Sólo así podemos amarle verdaderamente. Claro, en nuestra época, aunque me parece que siempre ha sido igual, la palabra "amor" se emplea mucho y se conoce poco; por eso es tan mal empleada como mal entendida. Yo creo que el amor entre los seres humanos es efímero; por eso se puede amar muchas veces y a distintas personas. Sólo el amor a Dios es eterno, porque implica, justamente, a la eternidad más uno mismo”.
© Waldemar Verdugo Fuentes
Fragmentos Publicados en “El Mercurio” de Chile, “Vogue”, “Claudia” y “UnoMasUno” de México.
VOLVER AL SITIO RAIZ: http://waldemarverdugo.blogspot.com
Finalizo preguntando a la Madre Teresa cuál ha sido la mayor fuente de inspiración en su trabajo, y la sabia nos dice:
-El amor, el amor de Dios Todopoderoso, primero que nada, y a partir de allí, el amor universal. Los desamparados deben saber que les amamos, que son queridos. Y deben entenderlo porque ellos no tienen otra cosa que dar, sino amor. Es muy importante que este mensaje de amor surta efecto, que sea entendido. Nosotros creemos traer un poco de paz al mundo a través de nuestro trabajo. Por eso vemos el trabajo como un regalo de Dios, como el más importante medio que tiene el ser humano para limpiar su mente, primero, y luego aclarar el camino hacia los demás. La gente hoy padece hambre de amor, de un amor compasivo, que es muy importante porque constituye la única solución a la soledad y a la tremenda pobreza.
“Por eso no sólo trabajamos en los países pobres; por eso también estamos en Estados Unidos, en Alemania, en Inglaterra, donde no hay hambre de pan, pero allí la gente padece una horrible soledad, una terrible desesperación, una terrible falta de cariño, donde muchos viven sin esperanzas espirituales o han olvidado la maravilla que significa sonreír, la belleza que encierra el roce humano, lo que es el amor humano. Lugares donde se necesita tanto alguien que les brinde la calidez que encierra una palabra amable, una palabra respetuosa. Los jóvenes están comenzando a entenderlo así, están conociendo lo importante que es ser rectos y comprometidos con los demás. Yo tengo plena fe en las nuevas generaciones porque veo que ya desean servir con sus manos y amar con sus corazones de modo pleno, no superficialmente, con verdadero amor.
-¿Y cómo es el verdadero amor?
-Un amor no es verdadero cuando es empleado con fines egoístas. Una persona puede decir a otra que la quiere, pero al mismo tiempo puede desear aprovecharse de lo que están encerrando sus palabras; al mismo tiempo puede estar pensando tomar de la otra todo lo que pueda. El verdadero amor es dar, no es recibir; si no es así, no es un verdadero amor en absoluto. El verdadero amor duele, porque así es. Tiene siempre que doler porque es doloroso renunciar a sí mismo por alguien, por eso es doloroso, porque es total entrega. El que ama verdaderamente está dispuesto a morir por el objeto de su amor, y así debe ser. Cuando la gente se ama, tiene que renunciar a todo para amarse mutuamente, sin interferencia alguna, porque el amor unifica; por eso es cosa de dos para hacerse uno; por eso el amor absoluto es el verdadero amor.
Y eso sucede con nosotros en la vida religiosa: para pertenecer completamente a Cristo tenemos que renunciar a todo. Sólo así podemos amarle verdaderamente. Claro, en nuestra época, aunque me parece que siempre ha sido igual, la palabra "amor" se emplea mucho y se conoce poco; por eso es tan mal empleada como mal entendida. Yo creo que el amor entre los seres humanos es efímero; por eso se puede amar muchas veces y a distintas personas. Sólo el amor a Dios es eterno, porque implica, justamente, a la eternidad más uno mismo”.
© Waldemar Verdugo Fuentes
Fragmentos Publicados en “El Mercurio” de Chile, “Vogue”, “Claudia” y “UnoMasUno” de México.
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