Monday, February 27, 2006

EL AMOR A JESUS.

"NO TEMO DECIR QUE HE VIVIDO ENAMORADA DE JESÚS"

Indira Gandhi decía que conocer a la Madre Teresa es sentirse completamente humilde, percibir la fuerza de la ternura y el poder del amor. Es que en su presencia todos nos sentimos un poco humillados y avergonzados de nosotros mismos, porque lo más extraordinario en ella es que se ve una mujer completamente normal, y si existe algo mágico en su persona es la profundidad azul de su mirada, que viene quizás de qué pasado remoto y más sabio, porque en ella todo es humildad. Aunque sea unos breves minutos, pienso, nadie puede quedar impasible ante su presencia. Mis amigos Thakur me habían dicho que conversar con ella en algunos casos había significado una nueva vida, la misma conversión. Le pregunto cómo se clarificó la vocación de servicio en su vida, y, amablemente, responde:

-A medida que fui viendo lo que Dios hacía a través de mi trabajo, porque nosotras somos religiosas, nuestro trabajo es una materialización de nuestra fe, de una actitud religiosa frente a la vida. La vocación en nosotros no es el servicio que prestamos a los leprosos o a los moribundos, sino que nuestra vocación está en pertenecer a Jesús. Y como somos de El, nuestro trabajo es el medio para expresar el amor que nos inflama. De modo que no es un fin, sino un medio, porque vemos a Cristo en cada persona que tocamos, cada persona a la que brindamos ayuda tiene Su rostro. Así de sencillo. Porque si pertenecemos a Cristo, El debe poder hacer uso nuestro, es un complemento mutuo.

-El trabajo en sus hospitales la obliga a estar al tanto de los adelantos médicos, ¿ha tenido influencia en su trabajo el progreso de la ciencia?.

-Mucho. Antes veíamos morir miles de personas infectadas con Tuberculosis y ahora con un tratamiento de seis meses que implica tomar tres pastillas al día, se acabó la Tuberculosis... Ha sido importante el progreso de los conocimientos que hemos ido adquiriendo, el progreso de la técnica que ahora podemos utilizar en nuestro trabajo, aunque yo creo más en la importancia que para todos implica el progreso de la espiritualidad.

“El comienzo de la humanidad en el hombre empieza cuando se da cuenta de que la vida no le es indiferente y se dispone a contemplarla como algo indescifrablemente misterioso. La confirmación moral en el hombre se hace real cuando dejamos de vivir simplemente al acaso y nos involucramos con nuestra propia existencia. Allí empieza nuestra evolución ética, que tiene como primer paso un sentido de solidaridad con otros seres. Es cuando comenzamos a reflexionar acerca de nosotros mismos, cuando nos cuestionamos nuestra relación con los demás, y sinceramente nos damos cuenta de que todos somos iguales, y ensanchamos el círculo de nuestras obligaciones hasta abarcar a toda la gente que nos rodea.

-Eso es algo muy difícil si no existe la fe...

-No existe la fe, hijo, cuando uno no cree en uno mismo. Porque cuando uno se descubre a sí mismo, descubre que tiene un deber para con todos los seres humanos. Descubre la fe. Mientras no dejemos de obedecer a esa convencional ley de reserva que nos hace ser fríos entre nosotros, y nos impide mostrarnos tan cordiales como en realidad somos, no descubriremos que el hombre pertenece al hombre. El ser humano tiene derecho a ser humano.

-Y si uno no encuentra una causa tan loable como la suya, ¿cómo se puede actuar como hombre hacia los demás hombres?

-Si uno en su ocupación no tiene nada que dar y no posee otra cosa de qué desprenderse, debe sacrificar algo de su tiempo libre, por corto que éste sea, siempre se encuentra una causa noble en qué emplearlo. Su propia humanidad se verá enriquecida, beneficiada. Hay siempre una persona que necesita compañía, un poco de amistad, es tan poco...siempre hay alguien para quien uno puede significar algo. Tal vez un enfermo, un anciano, o quizás una buena causa que necesita trabajadores voluntarios, siempre encontraremos algo o alguien.

-Y ¿cómo sabemos que nuestros esfuerzos están bien encaminados?

-Nunca sabremos cuánto logramos ni cuánto le damos a la humanidad, eso permanece oculto a nuestros ojos, y así debe ser, aunque siempre nos es dada la posibilidad de vislumbrar algo que nos indica que no debemos perder la fe en nuestros esfuerzos. Ahora, por ejemplo, para mí es asombroso que usted venga de tan lejos a preocuparse de la mínima labor que aquí realizamos.

-Es un honor estar con usted, que acepte mis preguntas, compartir su fe, su seguridad de conversión, que es algo siempre cuestionado en el aspecto de que uno percibe no bien cómo es este proceso de credibilidad. ¿Qué es para usted la conversión?

-Yo nunca me he cuestionado mi conversión, porque siempre creo estar convirtiéndome, porque somos corazones en transformación, así lo creo; claro, sabemos que ni siquiera Dios puede convertir a una persona si ésta no lo desea. Por eso, todo lo que hagamos, todo lo que tratemos de hacer sirviendo a la gente nos acerca más a Dios, a nuestra conversión. Seremos mejores católicos, mejores budistas o hindúes, mejores musulmanes o lo que sea, pero el ser mejores nos acerca, sin duda, a Dios. El aceptar la vida en esa conciencia es la conversión.

-¿Y de qué modo hay que hacerlo, cuál es el mejor?

-Yo siempre lo he hecho naturalmente, en mi modo que es católico, y que para mí es el mejor. Para otra persona será en otro modo, según la conciencia de cada cual, porque el dios que anida en su espíritu es el Dios que debe usted aceptar. Aunque yo no puedo evitar comunicarle a usted el Dios que yo poseo, porque es el que da una forma a mi realidad. Por eso no temo decir que he vivido enamorada de Jesús, porque El es todo para mí. Pero usted puede tener una imagen distinta en su vida, y en su forma es como debe tratar de entenderlo.

“La gente cree que todo consiste en cambiar de la noche a la mañana, y no es así, es un proceso que lleva a creerlo férreamente antes, porque ni el mismo Jesús podría cambiar repentinamente el corazón de las personas si éstas no lo creen antes. Yo deseo ardientemente que la felicidad que a mi vida ha dado la conversión la tengan todas las personas del mundo. Pero depende de ellas. Si se ve una luz, deben seguirla, y lógicamente yo no puedo darles la luz, sólo los medios con mi ejemplo de trabajo, aunque está claro que nosotras no somos trabajadoras sociales, aunque hagamos un trabajo enmarcado en beneficio de todos.

-¿Por qué eligió iniciar su trabajo en Calcuta y no en otro lugar?

-Eso es un misterio para el que no tengo respuesta, discúlpeme. A mí no me ha tocado decidir, sólo Dios es dueño de mi vida, de todas las vidas, sólo El decide sobre la vida y la muerte. Una persona sana puede estar más cerca de la muerte que el que agoniza, y eso es un misterio de Dios. Su decisión y nada más. Yo estoy aquí por la voluntad de Jesús.

-¿Cuál es su opinión respecto a la pena de muerte?

-¿Quiénes somos nosotros para decidir el fin de otro ser humano? No sólo se mata la vida, sino que se atropella la decisión de Dios; sin embargo, hay quienes deciden por la vida de otros, se pretenden comparar al Cristo Todopoderoso...la pena de muerte la rechazo en forma categórica. Al igual que el aborto. Es lo más terrible que puede hacer el hombre, es la cumbre de su ignorancia. Es una contradicción de la razón y del sentido común: se gastan millones en prolongar la vida de un anciano, que está más muerto que vivo, y se mutila una vida que se inicia aduciendo falta de medios para su mantención. No puedo entenderlo. En nuestra Orden combatimos el aborto mediante la adopción, porque tenemos puestos los pies en la tierra, por eso estamos con la vida y no con la muerte.

-¿Cómo explica usted nuestra capacidad de decisión, el libre albedrío?

-Dios ha creado toda la naturaleza para nosotros, pero a los animales no les ha conferido la facultad de poder escoger libremente, ellos sólo poseen el instinto, pero a nosotros se nos dio la facultad de escoger. Y es nuestra capacidad de elección un don que Dios nunca nos arrebata, nuestro poder de voluntad. Yo he escogido la luz, pero si hubiera escogido para mi vida la oscuridad, hubiera sido sólo elección mía. Y Dios no podría obligarme a actuar de otra manera, porque me ha dado algo que es inherente a mí desde que nací: el poder de elección. Porque a una persona en la vida le puede suceder cualquier cosa, pero nunca le pasará nada a su capacidad de voluntad, porque somos libres de hacer lo que queramos de nuestras vidas. Esto se puede comprobar con un mínimo de lógica, ¿no cree usted?. No sé si ha leído alguna vez la vida de san Agustín. Es un ejemplo perfecto del libre albedrío y del misterio que éste encierra.

“San Agustín se debatía por entender la magnitud de la creación de Dios, y por supuesto su mente humana no podía entender. Cierto día que andaba en esa búsqueda se topó con un muchacho que trataba de llenar con agua un hoyo que había hecho en la tierra. Entonces San Agustín le dijo que era imposible que llenara ese hoyo con agua, a lo que respondió el muchacho: "Más fácil es meter todo el océano en este hoyo que comprender la facultad divina que me permite hacer esto". Por cierto, el muchacho era un ángel”.
© Waldemar Verdugo Fuentes.